Las movilizaciones han dejado en evidencia Demandas Universales. Representan aspiraciones por décadas sin resolver. Son las del sentido común que cualquiera legítimamente quiere.
A enumerar: jubilarse bien o una mejor pensión; salud y educación de calidad; trabajar menos y ganar más; justicia igual para todos; fin a la impunidad y a privilegios -la falta de sanción efectiva a los delincuentes y sueldos desproporcionados de algunos servidores públicos-.
A propósito de ello ayer me reuní, junto a mi bancada, con el Presidente de la República en La Moneda, y le he pedido a él y al mundo político no confundir Demanda Universal –legítima, insisto- con agendas particulares de grupos diversos que no necesariamente tienen coincidencia en el tipo de solución a cada caso.
También he planteado al Mandatario que las pensiones deben ser la prioridad de las transformaciones. Estamos envejeciendo tan rápido que en un par de años la proporción de adultos mayores será superior a la de infantes.
El proyecto de pensiones requiere urgencia suma y compromiso transversal. También hay mociones, varias de mi autoría, que podrían complementar lo que se legisla: eliminación gradual del impuesto a las jubilaciones, mayor disponibilidad personal sobre los fondos, incentivos tributarios y económicos a formas complementarias de ahorro.
La segunda prioridad, Salud. Retomar la política de accesibilidad a medicamentos iniciada en 2010. Bioequivalencia, reducción de tiempos de tramitación de registros farmacológicos, apertura de la Cenabast a farmacias independientes, ampliar la canasta GES y la Ley Ricarte Soto, mejorar la atención y la resolución hospitalaria, más fiscalización a isapres, robustecimiento de Fonasa. Son medidas que van en la línea correcta pero requieren entendimiento y defensa social fuerte.
En las otras ya estamos trabajando; flexibilidad a la jornada laboral y sueldo mínimo; seguridad pública, revisión de sueldos y condiciones de altos cargos pagados con erario fiscal.
Finalmente, y a riesgo de ir contra la corriente, el proceso constituyente responde a agendas específicas pero no necesariamente a una demanda universal. Ya lo vimos en el fracaso de los cabildos en el gobierno de Bachelet. No confundamos cambiar la Carta Magna con instaurar modelos que donde se han aplicado, han terminado con la democracia y el estado de derecho. No confundamos aspiraciones universales, con agendas particulares; no reemplacemos el debate de las ideas por el uso de la violencia.
Bernardo Berger Fett
Diputado de la República